miércoles, 5 de marzo de 2014

Ängeles de la Guarda

Desde pequeña, ya me sentía muy protegida y querida...

Recuerdo el comentario constante de mi madre:
-Ay marta, no me gusta que vuelvas a casa sola, por esas calles oscuras...Me da miedo lo que pueda pasar-

Y mi respuesta frecuente y sincera:
Mamá, yo estoy acompañada...nada me puede pasar...Estoy protegida...

Sin darme cuenta, casi como algo natural, yo sabía de su existencia...Mi constante sensación de una compañía dulce y amiga, que siempre me acompañaba....Y la indescriptible certeza de estar muy muy cuidada y protegida.

Hoy, en mi despertar, me saludan con bondad e inmensa felicidad porque reconozco su esencia y su cercanía...
Como antaño percibía sus Alas enormes y delicadas, cubriendo mi cuerpo y llenando mi espacio de una luz ténue y dulce...Hoy los siento a mi lado, con esa infinita dulzura en sus rostros y con esa inmensa bondad en su esencia, que me hacen estar arropada y segura entre sus alas de luz.

Nos consuelan...Nos acarician y secan nuestras lágrimas ...Nos arropan en las frías noches de soledad...

Así lo sentía cuando mi fe decaía o mi corazón sentía el frío de la duda y la soledad...

Me acurrucaba bajo las sábanas entre lágrimas silenciosas y al instante sentía como, a mi lado, con una dulce sensación de compasión, me cubrían, con el manto cálido de sus alas blancas y aterciopeladas...
Y sumida en un sueño infinito de paz ...descansaba...

Ahí permanecen...Pacientes, amorosos, llenos de bondad y paz...Para cubrirnos con su manto de esperanza cada vez que los llamemos entre cristalinas lágrimas de soledad...O cuando necesitemos su sabiduría eterna para arroparnos en su corazón...

No dudes de su presencia...No dudes de que te escuchan...
Vive, siéntelos y ámalos...Porque están ahí por amor a ti...Por amor a tu infinita esencia de luz.

Marta Quevedo

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